GURABO,

  !EL PUEBLO DE LAS ESCALERAS!

 

 

 A quien le gusta la aventura y de touristear por la bella naturaleza de nuestra isla, seguramente  conocera de nuestros cerros y montañas: Cerro Maravilla en Ponce, Guilarte en Adjuntas, Pico el Yunque en Río Grande o Cerro La Silla en Gurabo. Este último, es precisamente el punto más alto del territorio gurabeño. Curioso, ¿verdad?.  Aunque no son las  montañanas que rodean este municipio lo que vamos a resaltar hoy, tiene mucho que ver con la altura el rinconcito de este pintoresco y hermoso pueblo al que TOURISTEANDO le invita  a conocer… GURABO,   !EL PUEBLO DE LAS ESCALERAS!, vamos pues,

La historia gurabeña existe desde los años 1600, cuando era un barrio de Caguas. En ese entonces, se conocía como Burabo ó Turabo.  Los problemas de transportación y comunicación  así como la poca accesibilidad a los servicios básicos de la vida cotidiana, motivaron a sus residentes a iniciar un proceso de separación, el cual se concretizó en 1812, cuando las 168 familias que componían a Gurabo, decidieron que Luis del Carmen Echevarría los guiara a una autónoma.  Por el alto número de población de Burabo ( Gurabo), en 1815, se convierte en municipio.

Dicho municipio limita con Trujillo Alto por el Norte; San Lorenzo por el Sur; Carolina y Juncos por el Este y Caguas por el Oeste.  Está situado dentro de tres regiones geográficas distintas. La zona sur pertenece a la zona montañosa del este. La zona norte está incluida dentro de la región de las colinas húmedas del norte y la zona central forma parte del valle de Caguas, el más grande de los valles del interior de la Isla.  De las 32,483 cuerdas que comprende el valle, 5,500 forman parte del municipio de Gurabo. Las elevaciones en estas tierras son de aproximadamente 164 y 230 pies (49.987 y 70.104 metros, respectivamente) sobre   el nivel del mar y comprenden un 30% del área del municipio.                    .

Al norte del Valle de Caguas en la región de las colinas húmedas, la topografía alcanza una elevación entre los 1,000 y 1,300 pies (304.8 y 396.24 metros, respectivamente) de altura. En este lugar, se encuentra la región de la montaña del este, un área moderadamente empinada y más baja que la del norte. Por el norte, se encuentra la Cuchilla de Hato Nuevo. El punto más alto del territorio gurabeño es el cerro La Silla, localizado en el barrio Masa con 367 metros (1,204 pies) de altura sobre el nivel del mar. Al sureste, en el barrio Mamey, se presentan otras elevaciones menores correspondientes a la Sierra de Cayey.

Esta topografía tan peculiar le ha dado una característica muy llamativa para todo aquel que visita el municipio. Al centro del pueblo, en el sector llamado El Cerro,   Gurabo cuenta con cinco escaleras, las cuales dan acceso a la calle principal, Andrés Arús Rivera. Estas escaleras pintadas de colores radiantes, extremadamente empinadas y estratégicamente ubicadas, fueron construidas bajo la  administración del ex Alcalde, Miguel González en 1943 y constituyen uno de los atractivos principales de la localidad, tan es  así. que le ha legado su cognomento:: Gurabo “El Pueblo de las Escaleras  Los obreros gurabeños cargaban la arena y la piedra en latas y las sostenían con palos para llevarlas hasta El Cerro. Utilizaron instrumentos rústicos como: pico, pala y azada. Fueron reconstruidas durante la administración del ex Alcalde, Ramón García Caraballo durante el periodo del 1980 hasta 1992 y se remodelaron nuevamente en el 2004.

Para que tengan una idea de la monumental  altura de éstas, le presentamos una breve   descripción de cada escalera y el nombre de la calle donde ubican:

 

Zoilo Rivera Morales:  136 escalones, 12 descansos, 4 faroles (la más larga)

Zenón Vázquez:  136 escalones, 10 descansos, 5 faroles

Matías González García:  119 escalones, 8 descansos, 4 faroles
(Gurabo, Puerto Rico, 1866 - 1938), político y escritor puertorriqueño

Santiago:  57 escalones, 8 descansos, 7 faroles

E Este:  59 escalones, 5 descansos, 4 faroles

 

(Existen, otras tres escaleras de igual atractivo, aunque no también conservadas, que no son tan conocidas por estar en sectores mas apartados del centro del municipio).

Aunque la LEY NUM. 83 DE 27 DE JULIO DE 2001 sólo dispone que el Instituto de Cultura Puertorriqueña identifique las estructuras enclavadas en la zona urbana del Municipio de Gurabo, que daten de años anteriores al 1920, estas estructuras conocidas como “LAS ESCALERAS DE GURABO”, por sus características arquitectónicas, históricas, artísticas y culturales, ameritan ser preservadas como legado histórico para futuras generaciones y así lo ha tomado el pueblo.

Le invitamos a TOURISTEAR con www.kooltouractiva.com  y disfrutar los encantos de nuestra bella isla… ¡Orgullo boricua!

 

Relato de: La Virgen del Cerro

El Cerrito de Gurabo jamás me pasa, ni me pasará inadvertido pues  en primer lugar, queda justo frente a aquellas monumentales e intrincadas escaleras que tanto se diferenciaban de las aplanadas y mal embreadas calles de las barriadas.   En segundo lugar, El Cerro sería siempre eterno por ese relato al que se hacía referencia y que  “paraba los pelos de punta” o conmocionaba sobremanera el espíritu.

Comentaban que, en noche de luna plena, esta virgen de mantos azules y turquesas, de rostro oscuro y lozano, protectora por tantos años de los habitantes del Cerro, solía aparecerse.

De igual modo, Leoncito, el Billetero -quien para completar su jornada de trabajo pregonaba por todo el pueblo con una caja pesada sobre su cabeza: “Fuerza, fuerza. Mondongo, mondongo…”- decía que el primero que la vio o se le apareció fue a don Fruto Ayala durante una noche por demás lluviosa.

Luego se comprobó mediante otros relatos que sí se aparecía en noches de luna plena, pero sólo si eran lluviosas. A don Fruto (quien quedó de por vida marcado, tanto por el asombro como por un inexplicable regocijo), ella tan sólo le pidió a cambio de este inesperado privilegio que mantuviera en secreto los detalles de tal aparición. Le otorgó, además, gozo espiritual y sanidad para sí mismo, sus familiares y vecinos, y le prometió que otras señales o manifestaciones le serían reveladas o compartidas… Hoy sabemos que esto ocurrió durante su segunda manifestación o reaparición en el poblado.

Las imprecisiones del relato de Leoncio Abadía (Leoncito, el Billetero) quedaron sin resolverse, pues tan fatigado y oprimido como vivió, así murió: aplastado por el camión debajo del cual dormía o debajo del cual pretendía olvidar o aliviar su eterno cansancio.

Fue Leoncito el que además sostuvo que lo de la lluvia tenía que ver con el deseo de la Virgen de volver al mar (o más bien de recordar cómo volver), del cual una vez había llegado. Dijo a su vez que lo de la Luna Plena tenía que ver con el esparcimiento espiritual que se les permitía a los negros esclavos para tocar tambores, rendir culto a sus ancestros y deidades (y por supuesto liberar tensiones y “malos pensamientos”) en esas noches plenamente iluminadas, plenamente seguras... Porque hasta el Cerro llegaban esos cánticos de ferviente adoración al Creador, que tanto conmovían su espíritu.

Otros señalan que lo de la Virgen del Cerro se remonta al tiempo del movimiento telúrico ocurrido hace miles de años en Puerto Rico cuando parte del suroeste de la Isla se levantó y propició lo que en Lajas, Guánica, Cabo Rojo… se conoce como la elevación de esa región (en contraposición con el sumergimiento del noroeste) y la mineralización de su subsuelo. Este acercamiento mítico relata que una gigantesca ola marina se desplazó a través de toda la región sur, rebasando la Cordillera Central a la altura de Cayey, atrechando hacia el Valle del Turabo y llegando hasta la falda o base de El Cerro de Gurabo.

En ese movimiento y reacomodo, se dice que quedó atrapada -cerca de lo que hoy se conoce como la Escalera Zenón Vázquez- una sirena a quien un grupo de niños protegieron, alimentándola y escondiéndola entre sus familiares. Los niños no tan sólo la sobreprotegieron, sino que le transmitieron el amor más puro y desinteresado, colmándola de alegrías y creando con ello las condiciones para su inusitada vitalidad y sorprendente inclinación hacia la intensidad de la luz, la pureza y el sentido de servicio. Luego de su transfiguración, y marcado por su enorme magia, el Cerro se convirtió en la envidia de todos los pueblos boricuas y caribeños, pues era evidente la contagiosa armonía entre toda su gente y la manifestación gloriosa de los colores tan refulgentes, luminosos y contrastantes que hicieron de Gurabo un lugar paradisíaco.

Entonces las cosas cambiaron para mal… Con el pasar del tiempo, fue tanta la genuflexión hacia lo extraño o extranjero, hacia lo cómodo o dependiente, fue tanto el maltrato a nuestro ambiente y hacia nuestros niños -hacia esos mismos niños que tanto ella quiso- que ella prefirió ocultarse y retornar al mar. Por cada acción envilecedora, por cada atropello a los niños o a sus madres, por cada indolencia de las autoridades o mayores, sentenció ella que los colores de El Cerro se irían desvaneciendo hasta adquirir un tono cada vez más grisáceo y tísico, y un carácter paulatinamente sepulcral. Algo que en efecto pasó y así se comprobó lo revelado a don Fruto Ayala en la segunda aparición que le dispensó la Virgen durante una noche de luna plena y de lluvias torrenciales.

Fue justo cuando la propia comunidad del Cerro decidió organizar una ofensiva a favor de la niñez, justo cuando el párroco y pastores de distintas iglesias enfrentaron su reto histórico, justo cuando un niño pintor decide recrear el nacimiento del Niño Dios en el tope del Cerro, justo cuando la gente decidió arraigarse en la veneración y respeto hacia sí misma, hacia sus ancestros y mayores, justo cuando la universidad de ese bendito valle se integra a la comunidad… Fue entonces y sólo entonces que el Cerro comenzó a despertar plenamente a la manifestación del color, a la razón misma de la vida.

El razonamiento del niño pintor fue lo que más le llamaba la atención: “Si los Reyes (siendo magos, ricos y poderosos) habían inclinado sus cabezas o doblado sus rodillas ante un ser tan singular como Jesús -dijo el niño artista-, lo lógico es que el renacimiento de éste en Gurabo, en el tope de su cerro, haga que todos (blancos, negros, hombres, mujeres, jóvenes, ancianos y también los niños) seamos dignos del mayor respeto y consideración”. Fue así que este niño artista hizo su primera instalación, denominada La llegada de los Reyes Magos al Cerro de Gurabo y la segunda, de título Buscando al Niño, marcada ambas por un extraordinario sentido caribeño, la autoestima de su abnegada y laboriosa gente y una humanización de las casitas…

Ahora el colorido del Cerro es innegable. Y se sabe que hay comentarios recientes y reiterados de personas que dicen haber visto nuevamente a la Virgen, lo mismo de día que de noche, llueva o no llueva... Lo mismo en el Cerro de Gurabo, en el centro o casco urbano de Humacao o en cerros tan distantes como el de Yauco… ¡Roguemos que así sea!

Referencias:  www.marcanogarcia.com,   www.GuraboPR.com2

 

  KTA / OCTUBRE  2012

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