David “Kimby” Crúz
MUSEO EN HONOR A JUAN PABLO II
Como preambulo a la Semana Santa que se avecina y ante la proximidad de cumplirse el primer año de la beatificación del Papa Juan Pablo II, acontecida el 1 de mayo de 2011, millares de compatriotas recuerdan con nostalgia, casi 28 años después, su histórica visita a Puerto Rico el 12 de octubre de 1984. Y son muchos los fieles que buscan alternativas que les hagan sentir aquella sensación de paz que el inolvidable “Papa Viajero” – como se llamó por haber sido el primer Sumo Pontífice que recorrió gran parte del mundo- les provocó durante su estadía en nuestra isla.
Quienes han visitado Añasco saben que, además de su cautivante sabor pueblerino y valiosa historia, este pequeño y pintoresco municipio aledaño a Mayaguez en la region Oeste, cuenta con otro atractivo muy especial: el MUSEO EN HONOR A JUAN PABLO II, que es el único religioso que existe en la Isla que rinde tributo al legado de uno de los máximos jerarcas de la Iglesia Católica y más querido de todos los tiempos.
Su fundador David “Kimby” Crúz apasionado estudioso de la vida del polaco Karol Józef Wojtyla – nombre de pila de Juan Pablo II (1920-2005) -, ha convertido su hogar en lo que asegura es “el mayor museo del Caribe y probablemente del mundo” dedicado a tan insigne líder religioso.
Crúz inició esta Aventura en el 2006 con la memorabilia que recopiló a lo largo de 27 años (1978-2005). Su pimer artículo fue una estampita de 25 centavos que compro en un pulguero. Desde entonces su hogar se ha convertido en lugar de pepergrinación al que acuden, no solo devotos boricuas, sini también, procedentes de México, Nueva York, Panamá, República Dominicana, Venezuela y otras regiones de América, desde estudiantes hasta profesionales.
Durante su visita a la tumba de Juan Pablo II, tomó fotografías para aportar más recuerdos propios. Pore so, presume de poseer “estampas que nadie más tiene en el mundo”. Además, muchos peregrinos le han obsequiado recordatorios muy llamativos y valiosos: desde un retratito hasta un “pin”. Así que lo que comenzó con una diminuta estampita por la que pagó 25 centavos en un pulguero, dió paso a una vasta colección de aproximadamente 500 objetos alusivos.
Hasta ahora, la Iglesia Católica local no ha adoptado una posición official sobre este museo, Cuando los peregrinos llaman a la Parroquia para preguntar su localización exacta, el párroco responde que se trata de un proyecto privado, aunque brinda las indicaiones para encontrarlo.