Carlos Ferrari:
el más exitoso de los comediógrafos
y directores que ha tenido el teatro
nacional boricua en su historia.
  
Por Rachell E. López Ortiz
De KooltourActiva
 
Ya hace 45 años que Carlos Ferrari radica entre nosotros. Ello significa que en Puerto Rico ha transcurrido más de la mitad de su vida. Ha sido en nuestra patria donde conoció el éxito que le resultó esquivo en su natal Argentina y en Nueva York. A nuestra idiosincrasia se adaptó tan rápidamente que no pocos de sus allegados piensan que es un boricua que vio la primera luz en la cuna equivocada. Porque, a lo largo de su fructifera trayectoria en la escena teatral puertorriqueña, muy pocos dramaturgos, han sido capaces de retratar a nuestro pueblo con tanta fidelidad y gracia como él.
 
No creo exagerar cuando asevero que Carlos Ricardo Ferrari Sarracino tal fue el nombre con que fue bautizado al nacer en Buenos Aires, el 21 de julio de 1931 – es, posiblemente, el más prolífico y exitoso de los comediógrafos y directores que ha tenido el teatro nacional boricua en su historia. Debe recordarse, por ejemplo, que en una plaza como la nuestra, donde lo normal es que cualquier montaje, más o menos exitoso, permanezca par de semanas en cartel era y, si la suerte le brinda su mejor sonrisa, se le agreguen unas cuantas funciones en salas de otras ciudades del país (casi siempre, Ponce y Mayagüez), logró que su pieza El insólito caso de Miss Piña Colada estableciera el récord de 205 funciones ininterrumpidas en el santurcino Teatro Georgetti, en 1982... sin contar las de su reposición en 1991 y las tantas que acumularía posteriormente.
 
Aquella sala, en la Calle de igual nombre en la Parada 20, se convirtió en sede de la compañía Nuestro Teatro, que fundó con los actores, entonces esposos, Eduardo Díaz y Damaris Rodríguez, en 1977. Escenario de sus triunfos más resonantes. Juntos formaron un triunvirato que podría catalogarse de perfecto. Porque Eduardo aportaba toda su capacidad y empeño a la hora de construir escenografías, más podía realizar trabajos de carpintería, así como cualquier otro tipo de gestión. Damaris era coreógrafa y diseñadora de vestuario. Y ambos, excelentes actores dotados, cada uno dotado con admirable don para la comedia. En nuestro entrevistado recaía la nada fácil tarea de darle forma a su ingenio con historias emmarcadas en la cotidianidad de nuestra gente, creando igualmente todas las canciones que incluía en las mismas. Comedias con matices tan puertorriqueñistas que cautivaban a todos los auditorios, porque “el localismo es universal”. Aun así, aquellos comienzos fueron muy duros, pues “iniciamos nuestra aventura con $50 en nuestra cuenta de banco”.    

“Siempre digo que Nuestro Teatro fue un milagro en el ambiente teatral de este país donde, por no contar con apoyo oficial del Gobierno, los artistas siempre estamos empezando. La mayoría de los actores con que trabajábamos eran noveles, totalmente desconocidos, pero con la locura de hacer buen teatro. La estrella de cada propuesta era la obra, como es la tradición en Broadway y en las principales plazas teatrales del mundo… excepto en Puerto Rico, donde la norma era atraer al público con los protagonistas de las telenovelas del momento o figuras muy destacadas. «Miss Piña Colada» fue caracterizada por Beverly Purcell, quien no estaba en televisión. Y, como ella, otros actores de Nuestro Teatro lograron reconocimiento a través de su trabajo en la compañía”, expresa con evidente orgullo y satisfacción.

La lista de montajes realizados desde entonces recoge buen número de títulos inolvidables, todos revistidos con su sello característico: callejero, mordaz, irreverente y, sobre todo, muy inteligente: Mofongo con Ketchup con la que se inauguró la sala (1977); La culpa la tuvo Pascual (1978); Los titingós de Juan Bobo y Borinquen, este es tu son  (1981); La puerca de Juan Bobo (1982) y, luego de par de reposiciones de piezas que había estrenado con Teatro del ‘60 una década antes, La nena se casa (1986); Anda pa’l sirete (1987); Como chava Chendo (1988); Con el agua hasta el cuello (1989); Dito… tan bueno que era (1991)… Belén Caballero, Magali Carrasquillo, Eduardo Cortés, Pedro Díaz, Carlos Merced, Noland Otero, Miguel Ramos, Carmen Nydia Velázquez e, incluso, figuras veteranas como Luz María Rondón brillaban en sus elencos habituales.

KTA: ¿Mantienes contacto con los actores que integraron esa compañía durante aquellos ensoñadores tiempos?  

“De una manera constante, no. Eduardo Díaz es el único con quien más más comunicación mantengo. Con frecuencia me llama para ‘recorrer el mundo’ y nos vamos a pasear por distintos pueblos”.

KTA: ¿Consideras que alguna (o algunas) de tus obras merecían mayor aceptación que la que recibieron?

“¡Oh, claro! Podría mencionarte, por ejemplo, a Vida y milagros de Pedro Malasmañanas. No puedo precisarte en qué año fue, porque soy malísimo en eso de recordar fechas”.

KTA: ¿Cuándo fue la última vez que dirigiste?

“A mediados del año pasado. Fue una reposición de Con el agua hasta el cuello en el Teatro El Josco que no duró mucho en cartelera”.

KTA: ¿Continúas escribiendo?

En 1960 marchó a Nueva York con la ilusión de convertirse
en director de Televisión, pero este medio lo desencantó.
 

“Siempre estoy escribiendo. Tengo varias obras inéditas esperando por algún productor que se apiade de mí. Como te dicho, el teatro es un medio muy costoso”.

KTA: ¿Qué opinión te merece la tendencia que ha tomado el teatro en Puerto Rico consistente en utilizar como “gancho” de atracción montajes con títulos altisonantes que, hasta pocos años antes, no hubieran sido posible? Por ejemplo, Si las nalgas hablaran, ¡Me la hice!, Por delante y por detrás, Los hijos de…, Lo que me jode de ti, Esto está cabrón, Se jodió la boda

“En España y en Argentina descubrieron que una palabra soez le resultaba graciosa al público y los escritores decidieron no incorporar una, sino diez, a sus obras de teatro. Como este recurso les resultó fácil, lo llevaron a la televisión. Ya se ha propagado por casi toda América. Y, como pueden ver, aquí no hemos escapado a esa influencia”.

KTA: ¿Has considerado la posibilidad perpetuar tus obras en formato de libro?

“Bueno… en 1994 la Editorial Cultural publicó en un volumen El insólito caso de Miss Piña Colada y La nena se casa. Los ideal sería que todas se editaran”.

KTA: Recordamos que, allá para 1977, eras el libretista de El show de Norma y Freddy, que los recién fallecidos Norma Candal y Freddy Beras Goyco mantuvieron en el viejo Canal 11, entonces matriz de la Telecadena Pérez Perry. Sin embargo, tu trayectoria dentro de este medio fue bastante limitada. ¿Acaso nunca te atrajo mucho la pantalla chica?

“Yo considero que la televisión es un medio extraordinario. Además de para El show de Norma y Freddy, escribí para el El show de Chucho Avellanet cuando tenía a Awilda Carbia, que era una comediante maravillosa. Pero, la realidad es que la televisión exige que se escriba con prisa y, para colmo, la mayoría de los actores no suelen estudiar los libretos. Por consecuencia, se les cambia la sustancia y la gracia se pierde. Eso me desencantó”.

Sin embargo, nuestro entrevistado revela que la principal motivación que tuvo para salir de su patria fue el deseo de convertirse en director de televisión, medio que entonces todavía era novedad en Argentina. También, la necesidad económica.

“Yo me forjé en el teatro. Estudié Drama en el Instituto de Arte Moderno en Buenos Aires y, desde niño, fui actor, mimo, titiritero y tramoyista. Cuando se inauguró la televisión todos enloquecimos con este invento. Creí que mi futuro estaba ahí, por lo que en 1960 me fui a Nueva York para adiestrarme como director en la RCA Institute Of Radio & Television Arts. Durante el tiempo que estuve allá trabajé como lavaplatos, cantinero y hasta en una empresa de paneles de formica. Hice casi de todo… menos dirigir televisión. Hasta que un día me encontré con un gran compatriota, el novelista y dramaturgo Manuel Puig autor de la aclamada pieza El beso de la mujer araña (1976) , quien había estado en Puerto Rico y me habló tan apasionadamente de esta Isla, que quise conocerla. Acá llegué en 1966”.

Carlos Ferrari confiesa que nunca consideró la posibilidad de permanence mucho tiempo en Nueva York, pues esta metrópoli le parecía muy impersonal, humanamente fríaImpresión muy contraria a la que recibió al comprobar la veracidad de cuanto su amigo Manuel Puig le había contado. Desde el principio le fue de maravilla. A los quince días de su llegada ya tenía empleo como redactor de textos en la agencia Publicidad Lemend, que tenía oficinas en la Parada 26. Después desempeñó idéntica función para tres de las publicitarias más importantes de nuestro País: Walter Thompson, McCann-Erikson y Young & Rubicam. Hasta que, a través de una compañera de labores, quien también era actriz, dramaturga y productora, Flora Pérez Garay, en el umbral de los ‘70 se incorporó a la compañía Teatro del ‘60 con la que marcó el génesis de su camino definitivo.

Hip Hip Ufa, La cocina, La Mandrágora, Marat-Sade, La descomposición de César Sánchez, El herrero y el Diablo fueron varias de las piezas que dirigió durante aquella etapa. Ahhhcon Teatro del ‘60 estrenó varias de sus comedias: Amor en el caserío, Los titingós de Juan Bobo, Upa, upa, cataplún, El otro Agüeybaná, 1898: el último año de la desgracia colonial y el primero de los mismos... y el que, de acuerdo a la mayoría de los críticos, fue el primer gran “palazo” de su vida: Puerto Rico fuá, sátira musical inspirada en un interesante dato con que se topó al leer la obra La ciudad murada, del historiador Adolfo De Hostos. Específicamente, el que relata que la primera casa de prostitución que existió en nuestra tierra fue establecida, con autorización real, por Bartolomé Conejo en San Juan, el 4 de agosto de 1526, siendo gobernador Pedro Moreno. Tal revelación echó a correr su fértil imaginación, que puso sobre el tapete las peripecias de tres rameras españolas que se disponen a estrenar en su oficio a una taína.

Sin embargo, a nivel estrictamente personal, no fue precisamente con Puerto Rico fuá que se acreditó su primer exitazo. Al respecto, su parecer es sorprendente:

A pesar del impacto fenomenal de Puerto Rico fuá, considera
que su primer éxito fue una elogiosa crítica de René Marqués
por su trabajo como director en una obra que no era suya. 
 
 Más que el éxito de taquilla que pudo haber tenido cualquiera de mis trabajos, el que considero primero de mi carrera fue la adaptación a la idiosincrasia puertorriqueña que escribí y dirigí de El herrero y el Diablo, de Juan Carlos Gené, en el Teatro Coop-Arte. Resulta que, entonces, René Marqués, uno de los dramaturgos más eminentes de Puerto Rico, escribía críticas de teatro para el diario El Mundo y se había ganado fama de ser muy exigente y severo en sus apreciaciones. Algo así, quizás no a un nivel tan extremo, como Ramón Figueroa Chapel después. La cosa fue que la crítica que escribió sobre mi trabajo fue tan elogiosa que para mí significó algo extraordinario. Todo el mundo me la comentaba y me felicitaba”.

KTA: Hay un dicho que asegura que “un crítico es aquel que dice a los demás cómo hacer lo que él mismo es incapaz de hacer”. Aunque Marqués y Figueroa Chapel eran verdaderos maestros en esa tarea, a veces pienso que la mayoría de quienes se dedican a hacer crítica teatral no disfrutan de las obras

“¡Van a sufrir las obras porque llegan a las salas por obligación! Con la única idea de descubrir las fallas. Recuerdo algunos que llegaban entrados en tragos y se dormían durante la función. Había que preguntarse de qué criterio se valieron para hacer sus críticas. En cambio, el público va virginal al teatro. Con la única idea de pasar un buen rato. Esa es la gran diferencia”.  

KTA: A tu juicio, ¿cuál ha sido el mejor comediógrafo puertorriqueño?

“Mi favorito siempre ha sido Manuel Méndez Ballester”.

KTA: ¿Cuál es tu lectura predilecta?

“Soy un apasionado de las autobiografías. Pero también leo cuentos, novelas, de todo… Últimamente he estado leyendo obras de Mario Vargas Llosa”.

KTA: Supimos que, recientemente, estuviste en Argentina. ¿Ha cruzado por tu mente la idea de regresar definitivamente a tu patria?

“Nunca ha estado entre mis planes irme de Puerto Rico. He regresado a Buenos Aires, pero no por nostalgia, sino para ver a parientes y viejos amigos, además de que allá uno la pasa muy bien. Es una ciudad con un extraordinario ambiente de teatro y donde hay mucho que ver. De mi familia directa, sólo me queda un hermano, Roberto, que era gemelo con otro que ya falleció”.

KTA: ¿Eres reconocido allá?

“En mi país soy un perfecto desconocido. Ninguna de mis comedias se ha montado allá”.

KTA: Pero sí se han llevado a otros países

Puerto Rico fuá se llevó al Festival de Teatro de Nancy, en Francia, y al Festival de Teatro Internacional de Venezuela. Pero, a pesar del prestigio que tienen estos eventos, la realidad es que, en medio de las tantas propuestas que presentan en cada edición, por buena que sea la que se lleve, no deja de ser una más entre muchas. Durante los últimos años, Puerto Rico fuá, Amor en el caserío y Como chava Chendo se han llevado a Nueva York, Miami y Santo Domingo, donde otra, Las mujeres son así y los hombres son asao, tuvo más de cien representaciones en el Teatro Las Máscaras en 2005”.

La vida de Nuestro Teatro se prolongó catorce años. Pero Carlos Ferrari ha continuado escribiendo y dirigiendo, siempre en la línea del café-concert y fiel al sello que lo convirtió en figura icónica de la escena boricua. Desde las postrimerías de la última década de los ‘90 hasta el presente, sus principales trabajos han sido Un mime en la leche (1997); Yo me quiero divorciar (1998); Aquel contrayao día que no tuvimos televisión (1999); Un ángel salió del closet (2002); Paseando con García Lorca (2004); El Festival del Chillo (2006); Bailando al son del corillo, la cigüeña va a la escuela, etc.

Su legado a nuestras tablas lo ha hecho acreedor a múltiples reconocimientos. Sobresalen entre estos, el Premio del Círculo de Críticos de Teatro de Puerto Rico; el conferido por la Asociación Puertorriqueña de la UNESCO; el homenaje que le brindara la Cámara de Representantes de Puerto Rico y, durante 2010, el Premio Ace otorgado por la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York (agosto 10) y el Premio HOLA instituido por la Hispanic Organization of Latin Actors (octubre 18), ambos por el éxito de El insólito caso de Miss Piña Colada en la sala de la compañía Repertorio Español, afiliada al circuito Off-Broadway.

R.E.L.O. / KTA.
Mayo de 2011.

 

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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