Editorial Colección Maravilla presenta
Canto al hermetismo de Carlos López Dzur
Texto y fotos: Rachel E. López Ortiz
De KooltourActiva
  

Durante la segunda presentación del lanzamiento de quince libros que coloca en el mercado la nueva publicadora Colección Maravilla, el escritor Carlos López Dzur estuvo presente y, junto a otros compañeros del referido emprendimiento editorial, presentó su poemario Canto al hermetismo. Los gestores de Colección Maravilla son dos artistas multidisciplinarios: Néstor Barreto también poeta , Teo Freytes y el planificador Jorge Carbonell.

 
Carlos López Dzur y Nestor Barreto

La primera presentación se había realizado en el salón Cabaré, situado en la Avenida Ponce de León Núm. 1016, en Río Piedras, la noche del miércoles el 6 de abril. En esta segunda ocasión, además de los editores y López Dzur, coincidieron Héctor Babilonia, Ángel Luis Méndez, Chiara Merino, Robeto Net Carlo, Alberto Prieto, Enrique Puig y Esteban Valdés.

De lo conversado con Carlos López Dzur y su libro, podemos informarles que que en fecha reciente retornó definitivamente a su patria tras 32 años de ausencia, período durante el cual completó una Maestría en Literatura Comparada y otra en Filosofía contemporánea en las universidades de San Diego (California) y Montana, respectivamente, más  el Doctorado en ambas materias en el Recinto de Irvine de la Universidad de California. Hasta principios de este año se desempeñó como profesor en el Recinto de San José de la última institución universitaria mentioned, ejerció el Periodismo y publicó varias obras, casi todas premiadas en prestigiosos certámenes.

El editor Néstor Barreto lo presentó como un educador universitario, multicultural, filósofo heideggeriano y cultivador de los géneros del cuento, la poesía y la crítica. El poemario que la Colección Maravilla le publica es «el primer cuaderno que contiene su meditación política e histórica sobre el llamado American Dream». López Dzur ofrece su desmitologización pública del proceso mediante el cual la clase media y pobre de Estados Unidos ha ensoñado, con profundo autoengaño, anhelos que muy pocas veces se cumplen. El libro es, por ende, un ataque de desenmascaramiento del hermetismo como política falsa, demagógia y de puertas cerradas.

El autor ataca la falsedad del “sueño americano” mediante el cual las clases media y pobre de Estados Unidos han ensoñado, con profundo autoengaño, anhelos que muy pocas veces se cumplen.

En política parlamentaria, se suele hablar sobre un hermetismo que consiste en la creación de mecanismos obstrusivos y de laberinto de interminables trabas para que no se acceda a información básica sobre el manejo legislativo y no se pueda cumplir con los estándares de transparencia y legitimación que el pueblo merece entre quienes se representan. El hermetismo mantiene la información en reserva; obstruye la referencia pública sobre temas, con lo que el silencio se vuelve contra un pueblo. Si queremos hacer una lectura política de este libro de poemas, en el Preámbulo, comienzan las claves. Hay una invitación a buscar la voz que no calla, que es valiente, con la cual se puede a emprenderse una causa común y sustancialmente benefriciosa. Entonces, esa voz sería la del político, el dirigente y el revolucionario que está dispuesto a escuchar a su pueblo y tomar acción por y con él:
 
Busquen aquel
cuya voz esencial haya sido: ¡Habla!
Te escucho. Dáme tu palabra
y tu dolor manifiesto, pongámonos
en la presencia y la esperanza.
¡Actuemos, unámonos para que no haya
quien nos silencie y nos calle!
[Canto al hermetismo, 1]
 

Pero hay una segunda clave en el poemario, si la lectura que se pretende no es social-política. El Yo miedoso y los marcos artificiales y logificados de mutismo y silencio, si bien son conspiracionales contra el Estado, también lo son contra el Yo individual mismo. Los herméticos crean a los Don Nadie con sus engaños, a los ilusos y los cobardes.

Han plasmado al Don Nadie, al Yo miedoso,
iluso, satisfecho, unificado en sus marcos artificiales,
logificados por mutismos y seudo-conspiraciones.
 Nada escuchan, nada comunican
cuando el clamor es organízate y habla;
habla aunque te duela la mentira de la boca
y la verdad te desangre y te saque los dientes.
 [Canto al hermetismo, 3.]

La demoledora palabra antihermética que trae Carlos López Dzur salpica con su crítica otra corriente que con el sello de hermetismo pulula en la historia, o los predios de las superestructuras ideológicas de la humandad. En este caso, se trata del falso esoterismo o de los que colocan las trabas al conocimiento objetivo, anteponiéndo «fábulas, fuegos fatuos del mundo interno». Recordemos que también se conoce como hermetismo cierto «conjunto de creencias filosóficas y religiosas basadas, principalmente, en escritos atribuidos a Hermes Trimegisto» u otras escuelas iniciáticas que instruyen sobre «despertares de la Potencia Oculta que está en nosotros» a través de iniciaciones mántricas, planetarias, lumínicas y de ascenso hacia la “Palabra Perdida” en el océano sin límites de la vida.

Ingeniosamente, simboliza su mensaje con el cuento
La Cenicienta, de Charles Perrault (1628-1703).

Antes de echar andanadas contra el hermetismo espiritual, en este libro concreto prefiere utilizar uno de los cuentos de hadas coleccionados por los hermanos Jacob y Whilhelm Grimm. En este caso, uno de Charles Perrault (1628-1703), autor francés de La Cenicienta o La zapatilla de cristal. López Dzur sabe plantear la parodia y la malicia que contienen los cuentos de hadas o, aparentemente, infantiles. Disfruta esos polémicos poemas de Perrault, como El Siglo de Luis el Grande (1687), Paralelo de los antiguos (1688) y Los modernos (1692), que arrancan la crítica de Boileau, por codificar ataques al principio de autoridad. De los Cuentos de mi madre la Oca (1697), de Perrault, López Dzur hace paradojas poéticas y paródicas moralejas sobre la decantada democracia estadounidense, las políticas de los Padres Fundadores y primeros constitucionalistas, los cuentos del pasado fosilizados en el “sueño americano”.

El Canto al hermetismo es una invitación a la osadía sincera, al hablar sin hermetismo sobre historia estadounidense, Padres Fundadores y American Dream. En rigor, un canto anti-hermético en que se recrea el cuento de La Cenicienta de tal manera en que la Nación estadounidense es simbolizada como la criadita concebida en el cuento de Perrault: «siempre andaba sucia y tiznada por la ceniza», por lo que sus hermanastras «le pusieron el sobrenombre de Cenicienta». López Dzur dice que las hermanastras y madrastra perversa en Norteamérica o en las naciones con poblaciones proletarizadas son las “políticas' domésticas”.

Leer La Cenicienta como una historia de perdón sincero y no entender el modelo social de su lectura política es lo que López Dzur llama «sucumbir al hermetismo». Hay muchas cosas que deben pasar antes de que la niña Cenicienta o la Nación ceda y ayude sin queja a sus hermanas a fin de que lleven una vida digna, juntas y con su madrastra. El escritor coincide con la moraleja del cuento de Perrault: «No se debe despreciar al humilde. Siempre tiene tesoros que no se ven». Lo que el Hada Madrina concede a La Cenicienta son valores, no belleza meramente externa. Estos valores son adquiribles mediante las lecciones y asimilación del sufrimiento que le infligen los explotadores (sus propias hermanastras), quienes se creen más bellas y merecedoras. Mas al fin, quien llega a ser la reina, a obtener el «rico tesoro de ser admirada», como dice Perrault. Es ella, la que fue criada, sucia y encenizada por desollinar los pisos en la casa de su madrastra.

López Dzur no moraliza al estilo de Perrault, pero coincide en la idea de que el progreso es posible gracias a las artes tanto como a las ciencias y que hay momentos históricos o siglos que tienen superioridad sobre otros en la experiencia particular de las cultura (el siglo de Luis sobre el siglo de Augusto). «Sería un hermetismo que se concluyera la moraleja como un mero consejo para buscar marido:

Bellas, ya lo sabéis, más que andar bien peonadas,
os vale en el afán de ganar corazones
que como virtudes os concedan las hadas,
bondad y gentileza, los más preciados dones.
 

«Veo en esta pequeña historia una parábola social y doy como tarea al hermetismo dos cosas, sobre todo, corporizar las ideas, pluralizar sin esconder el conocimiento y saber consecuentemente que, cuando hay disponibles los elementos que encierran los símbolos, adecuados símbolos oníricos que mientan la consciencia cósmica y crítica, hay que darlos, porque las zapatillas se pierden si se ocultan, si no se sabe curiosear sobre el pie que pudo ocuparla».

Para López Dzur, el sueño americano de las hermanas de La Cenicienta es soñarrera y mera propaganda de Nación Feliz”. Pero, en la vida de La Cenicienta lo que hay es humillación, explotación y menosprecio de parte de sus hermanastras. En ese sentido, con el hermetismo
 
Ha sido glorificada la opinión del que domina,
el pensamiento de las élites. El narcisismo
que no renuncia al sinsentido y las directrices
que lo trazan desde arriba…

La Cenicienta es la nación explotada que sigue callada. Sus enemigos pueden estar dentro de su propia familia, así como ser liderazgo encumbrado. Los poemas que dedica a Washintgton son duros: «Seguir callados, Padre de la Patria… / Usted también, Mr. Washington…» (CH, 5 y 6). Arremete contra las constantes inconsistencias de los Padres Fundadores de la Nación estadounidense.

La primera parte del libro es una descripción de «El ciego». Esta es La Voz hablante que reconstruirá la interpretración nueva, no hermética, de la Nación y la democracia estadounidense. Veamos estos textos de la sección primera: «El ciego», que contiene 29 poemas.

Aquellos que nos observan, desde allí,
son los ojos de la patria, Padres de la Nación.
Todos tienen un rostro en piedra dibujado.
Un monumento que nunca se añeja.
 
Y más que su nombre histórico, su esencia se aúpa
en las Constituciones. Más reales que el mármol
o el bronce de sus bustos, son las heridas abiertas
y los dolores que, en sangre, mancharon los campos
y ciudades. ¡Hijos de América, recobren esa memoria
en este instante! Es necesaria. Es indispensable.
¡La memoria heroica del pasado!
 
Observen allá los héroes de Lexington y Concord.
La Revolución directamente desatada contra el Parlamento.
Jorge Washington que selló la Independencia y declaró
una verdad que ojalá y perdure para siempre.
 
Observen allá: el Congreso Continental adoptó
una bandera, seis estrellas y franjas solamente,
pero este fue el comienzo de los Estados Libres
tras la batalla de Princeton. La lucha en Saratoga
dispuso el triunfo con la esperanza firme. 
Aquellos rostros representan los héroes con que el mundo
vio la aurora libertaria, aquellos que junto a Washington
se reunieron en Filadelfia y New Hampshire.
 
Nómbralos, pueblo, conmigo.
Son la verdad de un territorio que conoció
la esclavitud desventurada, las guerras del colono
francés contra los indios, los impuestos sobre el azúcar,
las Actas Intolerables, la ignominiosa presencia
del coloniaje británico y sus gendarmerías.
 Nómbralos, nación, porque han admitido
que la Tierra de esta América ha sido abierta
para todos y será generosa. El territorio es inmenso
y el cuáquero, el judío, el católico, el creyente,
cualquiera sea su procedencia, son dignos
de inmigrar, cantar conmigo. Han de ser libres,
en ejercicio productivo, todos bienvenidos…
 
¡Hombres honrados, serviciales, semillas
de generaciones nuevas, con futuro,
canten con regocijo los nombres señalados:
Washington, Jefferson, Hamilton, Adams!
 
Graben la Carta de Derechos en sus corazones.
¡Puede que fuera de sus consciencias
no exista dicha Carta para siempre!
 
2.
 
Congregáos y meditad, oh nación
sin pudor: Sofonías: 2: 1
 
No dejarán esta verdad a merced del artificio.
No lo permitan. Desde un túnel del oído,
Oigan que vale mil razones hacer condena
de los males pasados y romper las cadenas coloniales
y el poder injustamente impuesto.
No dejen la verdad a merced del artificio.
 
Con el uso político de retórica amañada,
caminan en peligro los patriotas,
la gente de buena voluntad
y su empresa de futuro.
 
No sean cómplices de los que trepidan en sombras,
cebados de hermetismo. Aquellos que, en 1776,
firmaron su Declaración de Hombres Libres
son los educadores; no los sabuesos
para el ultraje, el mordisco o el silencio.
 
Que haya fiesta hoy porque el Leviatán
se acerca, el mal tiempo, la Gran Tiniebla.
Fiesta en la consciencia, no en las calles.
¡Fiesta en medio del emergente luto!
 
Démos este recuerdo como meditación al mundo.
Abran el olfato grande, intensamente.
Y que el más ciego entienda
y traiga su perro bueno y finalmente diga:
Saquen de sus pechos el grito:
¡No seremos cómplices ni burguesía reaccionaria!
No dejaré esta verdad a merced del artificio.
Seamos otra vez los revolucionarios.
 
3.
 Y el ciego, en pie, reunió a la gente
que lo conoció y vino oírlo. A variadas multitudes,
cuanto pudo, las reunió en la plaza.
En realidad, él era La Voz,
no las pupilas. En realidad, era el olfato,
no las narices y, en realidad, tenía en sí
todos los tiempos, arcaicos y arquetípicos,
tiempos de la sanitaria, en adición al presente.
 
Con toda la memoria y fuerza de su verbo,
leyó en su corazón la Gran Promesa,
el juramento firmado en Filadelfia
y principios consagrados en la Carta de Derechos.
 
Y, en realidad él era más antiguo que Vermont y la Unión;
en realidad, él era más que un ciego en la América del Norte;
en realidad, él era la Voz y la Conciencia del Mundo…

4.

 
Porque su rostro envejeció y no respetaban
sus ojos, el Ciego salió de la penumbra.
Se presentó con el valor de su entera autopresencia.
Y alegó: “¡Aquí me tienen! Con coraje que desafía
las ausencias, con dolor que a las peñas conmueve.
¡Vean! ¡Es necesario que confronten las cuencas
de mis ojos. Vean mi boca que, si tiembla, es por ira!
¡Vean mis pupilas que, no viendo comprenden!
¡Estoy en rabia y desilusionado!
¡Pero estoy a la voz con el futuro!”.
 
“Si yo dijera lo que escuché
desde que en mi sector de células me vieron,
si yo acusara a los que en mi camino
me palparon y me desconocieron, si yo acusara
a los que me sacaron los ojos,
de seguro que ya, sin gozo, temblarían.
Y yo, que he temblado a solas,
ya no tiemblo; no es la hora de temblar
si me queda La Voz, el Oído, el Tacto
y el Noble Olfato. A veces un poco de lujuria
que a mis ansiedades calme o sati Fagan“.
 
He visto a muchos cobardes y traidores:
Basta que diga uno: Benedict Arnold
y supe, no por verlo, que era él,
no sabría describirlo. Sólo consta su delito.
 
El me dijo: “No voy a matarte. Eres un ciego de mierda”
y vio mis gestos en vibración sutil, huyó tranquilo.
Habría querido verlo en el espectro después de lo que dijo
pues yo dejé la caverna de los mudos,
me quise dar lo que soy, en realidad, no las pupilas.
 
Yo soy La Voz, el olfato engrandecido
desde los tiempos de la sorda, fría caverna,
el rescoldo afótico de lo súbito, rumbo a ninguna parte
y, sin embargo, existo y cada vez más poderoso…
porque sueño, protejo, me apiado, me educo…

 5.

  … aviva tu obra en medio de los tiempos;
en medio de los tiempos házla conocer;
en la ira acuérdate de la misericordia.

Habacuc: 3:2

 Estoy buscando un Parlamento bueno.
Un congreso que escuche, un pueblo santo.
Un amigo del Hombre. Y véme:
mi vestido está raído y mi vara
es mi único objeto de sustento.
 
Una bruja en carne y hueso me persigue.
Me ha cegado desde tiempos milenarios.
No puede matar el hombre que hay en mí.
También tendrían que enfrentarse
al ángel bravo de mi perro.
O a un hada iluminadora, pero horrible:
la realidad que sangra en los cruces de camino.
 
No pueden, pero me acosan y me roban
cuanto quieren. Voy a Providencia.
Sólo entonces me llevo mi mascota.
Esta vez daré mis razones en Rhode Island,
porque allí conocí a Roger Williams,
allí alabé su nombre, allí supe de sus méritos…
 
Muchos callan que existo y me vieron
y no me llamaron a su mundo… Yo desafié
el azar sin estructura y el eco de la mímesis …
Williams me dijo: “Eso es bueno”.
 
Necesité otras solidaridades, datos acaso
de ajenos retos y me han abandonado,
siglo a siglo, me han dejado
con las manos vacías; aún más ignoto y solo…
por eso no me gustan los herméticos.
 
Y les odio, porque a mi soledad y desamparo
no han aportado nada, más aporta mi perro,
que ha sido fiel amigo, mi guardián…
¿Pero los demás para qué sirven, cínicos,
para qué, protagorianos, si en vano
en su justicia confío?
 [Canto al hermetismo / fragmentos]
 

La segunda parte o final del poemario se titula La sandalia, con una clara alusión a la zapatilla de cristal del cuento de Perrault. 1-fin

 
R.E.L.O. / KTA.
Mayo de 2011.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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