A pesar de que su historial como realizador se circunscribe a tres largometrajes, podemos aventurarnos a afirmar que Radamés Sánchez es un maestro del humor negro en la cinematografía nacional puertorriqueña. Y, sobre todo, un héroe dentro de esta industria que lleva más de medio siglo “arrancando sin avanzar”, a pesar del comprobado talento de los artistas y técnicos con que contamos. Los principales escollos con que todos los productores, como él, han tenido que batallar son el factor económico y la distribución, que es casi totalmente acaparada por las grandes compañías hollywoodenses. Pero, la pasión puede más que el interés de lucro. Y, cuando eso es así, el ingenio se impone. Porque, con presupuestos que resultan risibles al compararse con los habituales en películas norteamericanas, muchos trabajos de realizadores latinoamericanos han sido aclamados por la crítica mundial como verdaderas obras de arte, mientras que “colosales súper producciones” hollywoodenses han pasado sin pena ni gloria. El cine de Radamés Sánchez, camarógrafo, director, guionista y productor nacido en Manatí, el 24 de abril de 1948, se caracteriza por la irreverencia, pues “trato con sarcasmo las realidades sociales que me molestan, sin cohibirme de nada de lo que pienso, porque una de las pocas ventajas que tenemos quienes hacemos cine independiente es que nadie nos impone condiciones”, según sus palabras. Su primera aventura en el llamado Séptimo Arte, Face of the Window, le demoró tres años en concluirse (1994-1997) debido a los escollos a que ya aludimos. Y, de los $41,000 que requirió su inversión, apenas recuperó $15,000. Fue un thriller realizado totalmente en inglés, con Ideé Charriez, Axel Anderson, Magali Roldán, Eugenio Monclova e Ivonne Petrovich como protagonistas, mientras que Theodore Sanz aportó la Fotografía. En este filme tuvo una intervención secundaria Jaime Hamilton, profesor en la Universidad Ana G. Méndez, quien por sus muy convincentes capacidades de “actor natural” sería protagonista de sus próximos largometrajes. En lo sucesivo mercadearía sus proyectos bajo el amparo de la productora Randolcam, que formó junto a su cómplice en estas andanzas y mejor amigo Carlos Camuuñas, quien no sólo le colabora en la creación de los guiones, sino que también aporta las bandas sonoras. En la segunda, Celestino y el vampiro / Una comedia sangrigorda (2003), rodada en el Viejo San Juan, invirtió $63,000, de los cuales, hasta el momento, había recuperado alrededor de $41,000. Esta cinta, protagonizada por Jaime Hamilton, contó en su elenco con los hermanos René y Eugenio Monclova, Axel Anderson e Yvonne Caro, entre otros actores. A esta le siguió su más reciente proyecto, El detective Cojines (2011), con básicamente el mismo equipo de la anterior, teniendo a Jaime Hamilton a la cabeza. Una comedia que, sin duda, quedará establecida como “de culto” en la cinematografía boricua en la que sobresalen Eugenio Monclova caracterizando seis personajes, su hermano René como «Complemento Martínez», Myrna Cuevas como la «Famme Fatal» e Yvonne Caro como «La Buena Chica». Se trata de su producción más ambiciosa, habiendo invertido $170,000 en la misma. La otra gran pasión de nuesro biografiado es la música. Dentro de esta disciplina artística se adiestró como ejecutante de los saxofones alto y barítono y del clarinete en la Escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini, en Hato Rey, desde los catorce años de edad. Durante su período como alumno de esta institución (1962-1966), que alternaba con sus grados académicos regulares en la Escuela Albert Einstein, en Barrio Obrero, Santurce, recibió las enseñanzas de los profesores Rafael González Peña (Ejecución) y Juan Meléndez (Solfeo). Al principio recibió lecciones de trompeta con la muy respected maestra Nilda Pérez. Ya capacitado como saxofonista, formó parte de la Banda de la Universidad de Puerto Rico dirigida por Rafael Alers; la Banda Estatal que dirigía Ralph Sánchez y la Orquesta Caribeana batuteada por el recordado Chembo Cora. Siempre se ha identificado como fervoroso seguidor de las legendarias big bands norteamericanas y las que encabezaron los boricuas Tito Puente y Tito Rodríguez, así como Machito & His Afro Cubans. Su faceta como músico está en receso, aunque ansía retomarla con algún proyecto interesante. Y, a pesar de lo empinado que resulta hacer Cine en nuestro País, no se rinde. Porque, a pesar de ser conciente de que aquí, esfuerzos como el suyo no suelen generar ganancias, sino que cuestan, ya está gestando otro largometraje. Tal será su legado a la cultura artística de su patria. 